Días atrás, dentro de una conversación casual con mi buen amigo JJ Franco surgió una sugerencia suya de que escriba algo para su Blog. Mi primer argumento fue que yo no he visto nada de teatro hace más de un año, y por tanto no tendría nada que comentar porque ni siquiera he visto lo que han estado presentando online. Pero como JJ es muy astuto, me salió con que puedo escribir sobre técnicas teatrales, dirección de obras, preparación de actores, etc., hasta llegó a decirme “tú eres una biblioteca, por dios!” Me desarmó y acepté colaborar con algunos temas ocasionalmente.
Hoy voy a referirme a uno de los aspectos más importantes en el actor:
la Dicción o Vocalización.
Los latinoamericanos tendemos a expresarnos de una manera bastante diferente a lo que es un buen castellano. En cada región de nuestra América tenemos una variedad de dichos y formas expresivas que, empleadas en escena, confunden al espectador. Casi nunca finalizamos correctamente una frase, es decir, pocas veces se escucha la última palabra. Usamos la “J” en vez de la “S”. Decimos “lajonce” en vez de LAS ONCE; “lojojo” en vez de LOS OJOS. En algunas regiones se habla aceleradamente, especialmente en el Caribe, y en otras demasiado lento. En suma, hablamos incorrectamente y se hace difícil entender lo que decimos. No se pretende hablar como los españoles (en algunas de sus regiones hablan horrible), pero sí con una forma universal que nos permita que TODOS LOS ESPECTADORES nos entiendan. Un truco para esto es la unión de palabras terminadas en “S” con las que inician en VOCAL. Ejemplo: Los otros; lo unimos y pronunciamos LOSOTROS; mis abuelos, decimos MISABUELOS. Hay muchos ejemplos así. Practíquenlos. Para lograr una buena dicción hay ciertos ejercicios de vocalización que se deben practicar, bastante difíciles de explicar aquí, como el uso del lápiz atravesado en la boca tratando de pronunciar palabras difíciles; hacer lecturas exageradamente lentas; silabear; musicalizar algunos textos de la obra que se está ensayando con la música de canciones conocidas; jugar a los trabalenguas; y aparte de esto, los ejercicios faciales que ayudan a aflojar los músculos de la cara, permitiendo una mejor vocalización.
En fin, hay muchas maneras de corregir una mala vocalización. Es cuestión de voluntad. De amor propio del actor. O mejor, de una verdadera vocación por la actuación; de anhelar ser un auténtico actor con todas las cualidades para ello. No basta el talento solo, el mero entusiasmo de subir a un escenario, la novelería de verse en escena, de creerse guapos los hombres y lindas las mujeres y con ello recibir el aplauso y, claro, alguno que otro premio. Eso no es teatro: es jugar a niños de primaria en las celebraciones de fin de curso.